EL ESCUDO NACIONAL.
Águila real, serpiente, nopal, caracoles, olivo, encino; agua, aire, tierra y fuego, compendian riqueza y fortaleza de una nación
Restablecer el simbolismo del águila real en el escudo de una nación negada y destruida por los españoles, respondió en los albores del siglo XIX a la necesidad imperiosa de los insurgentes de recuperar el cordón umbilical del México independiente con el México prehispánico.
Posada sobre un nopal, el águila sagrada representaba a Huitzilopochtli, dios solar y de la guerra, a quien se identifica con el Sol, al ser el ave que vuela a mayor altura, tal como lo hace el astro, y es la representación misma del dios tutelar de los mexicas.
Huitzilopochtli dio a los antiguos mexicanos las señales del sitio exacto donde habrían de erigir la gran Tenochtitlan.
Y de ese pasaje guardado en la memoria de los tiempos, bajo el reinado del rey tenochca Moctezuma un artista anónimo esculpió el Teocalli de la Guerra Sagrada, donde en una cara aparece el tlatoani (Moctezuma) y el numen Huitzilopochtli flanqueando una imagen solar, y en el anverso un águila parada sobre un nopal surge de Tlaltecuhtli, la Tierra, en medio del lago de Texcoco.
El dominico fray Diego Durán relata en su Historia de las Indias de la Nueva España e islas de la tierra firme que en la imagen del águila dorada puesta de relieve en el Teocalli de la Guerra Sagrada de su pico surge el atlachinolli (agua de fuego) o símbolo de la guerra, que bien puede confundirse con una serpiente.
Ahí se unen los componentes del emblema de Tenochtitlan: el águila, el nopal y la ausencia-presencia del ofidio.
Señala el Códice Durán que el ave aprisiona entre sus garras pájaros que devora con su pico, pero también advierte sobre la figura de la serpiente, ya que en una lámina presenta un águila que devora pájaros y otra que agarra una serpiente.